sábado, 20 de noviembre de 2010

Hands in pockets, and dreams in hidden places

De niño, siempre quise saber por qué se contagiaban los bostezos, por qué tenía hipo, y por qué soñábamos. Hace mucho que elevé al siguiente nivel una de las frases con las que más identificado me he sentido en toda mi vida. Y no es algo de lo que estar orgulloso.

"A quién voy a engañar a estas alturas de la función. Lo que odio no es soñar. Odio despertarme."

A mí también me cogieron por sorpresa sueños más reales que la vida misma, en los que me habría quedado sin dudarlo, dada mi existencia. Y también me desperté gritando cuando se esfumaron, de vuelta al mundo "de verdad". Pero como he dicho, esto va del siguiente nivel, no quiero que te piten los oídos.

No sé si soy muy macabro, pero sé que no puedo expresar por escrito lo mal que lo he pasado en los últimos años mientras dormía, con raras excepciones.

Peleas con el novio de mi madre, en las que yo reía como el Joker que dicen que soy. Bucles en una trama agónica de secuestro, que "acababan" conmigo destripando una y otra vez a quien me retenía. Cadenas que me impiden devolver los golpes. ¿Mis nudillos? Grises por chocar con la pared de mi habitación al despertar, maldiciendo al hijo de perra de Morfeo, o a quien estuviera de guardia y se encargara de mi mierda onírica. Sin olvidarnos de los bucles hardcore, que dejan que me despierte un instante para volver a poner en marcha mi sueño rápidamente, dejándome totalmente desorientado y con recuerdos de conversaciones que no han existido.

Y lo peor de todo, lo más recurrente, lo que más me aceleraba el corazón: sentir cómo se me caían los dientes uno a uno dentro de mi boca. No poder articular palabra durante cinco segundos, porque creía que iba a escupir mi puta dentadura. Mañana tras mañana. "No se lo deseo ni a mi peor enemigo (que te lo crees tú)".

¿Lo peor de todo he dicho? Nah.

Lo peor de todo, lo más jodido de verdad, es no saber qué prefería. Sueño o realidad. Los dos me hacían llorar. Se acababa uno y empezaba el otro, todo era una mierda, quería que se acabaran por igual. Es difícil de explicar.

Lo curioso es que, aunque a mí me han dicho que duermo constantemente en tensión toda la noche, que hasta dejo de respirar, que tengo espasmos violentos desde que me duermo, yo siempre he tenido la percepción de que la angustia en mi sueño estaba en los últimos compases de éste, en la media hora previa a despertarme. Esto sorprendía a Eva Real, que tardó bastante en encontrar el cocktail de pastillas que me hiciera algún efecto paliativo, pero consiguió resultados mínimos en algún momento del tratamiento. Te echo de menos, Frau Eva.

Bueno, ¿y por qué escribo todo esto? Pues quizá no sea para dar pena como siempre, porque esto hace mucho tiempo que me pasa, y me asustaba escribir sobre ello. Para sorpresa de todos, es por alegría.

Se han ido, no están, son parte de las diapositivas del pasado. El único precio que parece que he pagado, es despertarme muy pronto todas las mañanas involuntariamente, y dar unas pocas vueltas en la cama.

Ojalá no cambie nunca. Gracias, Morfeo.