lunes, 1 de junio de 2015

¿Cómo cojones se dirá en rumano...

...que es la una de la mañana!!!!????

Esa demoledora cuestión lanzaba mi madre al patio de nuestro edificio un par de días antes de que yo migrara a tierras catalanas, hace casi seis años, creo. No recuerdo si los vecinos del piso de arriba, de nacionalidad desconocida, bajaron el volumen de la música o siguieron con su guateque.

El caso es que quería dejar por escrito dos curiosidades que tienen que ver un poco con mi madre y conmigo. Tengo en la recámara también mucha chicha autocompasiva, pero de momento me la guardo. Apuntar, eso sí, que muchas cosas de las que he escrito aquí, y de las que he hecho en estos 26 años tan bien aprovechados, me dan "vergüenza". La entrada titulada así debería haber sido más extensa, y creo que la continuaré.

¿Os acordáis de Sandra y su tabique? Son los protagonistas de una entrada que escribí hace mucho tiempo, que hay que releer de vez en cuando. Pues bueno, resulta que mi madre también conoció a Sandra hace mucho tiempo: por poner un ejemplo, vino a ver a mi recién nacida hermana con alguna otra amiga, cuando todavía éramos enanos e inocentes (quizá no todos). Lo tocho es que hace unos tres años, Sandra y mi madre coincidieron, concretamente porque mi madre y su novio querían alquilar un piso para labores botánicas bienintencionadas. Sandra tenía uno disponible, y llegaron a un acuerdo. En algún momento de la negociación, se percataron de sus lazos en común. Feliz casualidad.

En una de mis visitas a León, mi madre me comentó con una sonrisa que esta amiga mía de la infancia les alquilaba un piso y que si patatín que si patatán, fíjate qué curioso y qué guay todo. Pasaron unos meses, volví al norte, y mi madre me hizo saber que "la zorra esa de la Sandra" les había liado una buena, movidas de que se quedó cosas de ellos, dinero, algún chanchullo. Recuerdo especialmente que mi madre usaba términos relacionados con la drogodependencia para descalificar a Sandra. No sé cómo aguanté la risa.

La segunda historieta es más breve, simplemente que el tremendismo de mi madre es al parecer heredado de Baudilio, su padre, mi abuelo (que se apellidaba como yo pero al revés). Según cuentan, ambos tienen o tenían unos ramalazos muy chungos.