martes, 4 de enero de 2011

Ten thousand fists

Son las cuatro de la madrugada. Blanca vuelve a su domicilio con su pareja. Su hijo ha venido de visita desde la gran ciudad. No sabe por qué, pues es arisco a todo y a todos.

Cuando llegan a los ascensores, ve cristales rotos. Alguien la ha tomado con la ventanilla de la comunidad. En una ocasión, ante el mismo paisaje, su hija Lucía le preguntó si habría sido su hermano el culpable. A los dos segundos, ella misma se contestó: "No, él no haría eso".

Blanca da la luz cuando llega al cuarto piso, abrazada por su novio, que ríe de una forma desagradable. No son horas. Introduce la llave en la cerradura. Él aun no tiene copia.

Pulsa el interruptor del primer pasillo, y ahí lo siente. Como en el peor de los sueños de su hijo.
La luz confirma lo que el tacto chillaba sobre el feo cuadrado de plástico blanco.

Hay mucha sangre.