martes, 9 de febrero de 2016

Eso, corre, tú que puedes.

Llevo un tiempo pensando en escribir aquí sobre cosas bastante neutras de mi vida, información no muy relevante de mis gustos de hace unos años, y en principio no para dar ninguna pena. Me gustaría hacer memoria sin que fuese algo perjudicial.

Posiblemente lo haga en cuanto acabe esta entrada (y posiblemente no), pero ahora quería dejar constancia de que el domingo 31 de enero de 2016, fue un día especialmente duro para mí, en el sentido de que fui muy consciente, por imposición y casualidad, de aspectos de mi forma de ser, de decisiones que he tomado, y de algunas consecuencias de todo ello.

Un tío entró al Metro con la música a toda ostia, gracias a un smartphone o similar, molestando a todo el que estaba allí. Lo primero que pensé es que habría que darle un par de ostias, y que posiblemente eso era lo que él estaba buscando. Sorprendentemente, intenté centrarme en mi objetivo principal: llegar a una acogedora tienda de Magic para jugar un torneo.

Si obedecía a mi instinto e iba a parlamentar con este hombre, lo más seguro es que no llegara a tiempo a mi destino: me echarían del tren, o puede que acabara en un hospital, con las gafas rotas. Por suerte (en la práctica) y por desgracia (en cuanto a que le di muchas vueltas posteriormente), alguien decidió actuar mientras yo respiraba profundamente y se me iban hinchando las pelotas.

Un capullo arrogante con complejo de héroe, que inevitablemente me era muy familiar, fue directo a por el que estaba montando tanto escándalo. Con bastante agresividad, y haciendo cómplice al resto de los presentes, le dijo que estaba molestando a todo el mundo, que bajara el volumen o parara la música, que se saliera del tren con él, etc. En fin, al final el conductor del Metro salió de la cabina para ver qué pasaba...El de la música no hizo mucho caso, o lo hacía momentáneamente y en breve volvía a ponerla a todo volumen, provocando que el héroe fuera de aquí para allá por todo el vagón diciendo que iba a sacarlo a ostias de allí.

Yo desconecté, de alguna manera, aunque en un momento llegué incluso a decirle al héroe "que lo dejara, que iba a ser peor". Aquello era un reflejo de mí mismo demasiado evidente, supongo que tuve que poner el salva pantallas por mi propia seguridad.

Hubo algo de violencia física, forcejeo, pero nada grave. Vino un tío de seguridad, que se llevó al de la música. El héroe se vino arriba, y nadie le dijo lo gilipoyas que era. Demasiao pal cuerpo.

Para rematar, por la noche tuve más dosis de espejo, con el Salvados de "El machismo mata". Yo estaba muy a gusto sin darme cuenta del asco que he dado, doy, o puedo llegar a dar.

Más o menos, eso es todo.