Volvieron las pesadillas. No las peores, pero sí las denominadas "salvajes". Otra vez me desperté gritando, otra vez golpeé al aire, otra vez mis nudillos se pusieron grises cuando acerté con algo más sólido. Amago de llorar cuando otra vez reflexiono, y no sé si me renta más estar despierto o al borde de la taquicardia incapaz de abrir los ojos.
Ya que no hablamos, te lo digo desde aquí: Omar, los dos somos unos miserables, y como tales, moriremos solos.
Aunque tú no lo creas, una de nuestras diferencias más grandes es la capacidad para pedir disculpas sinceras. Últimamente, tu egoismo parece no conocer límites (sí, ya sé que me has mantenido cuatro meses). Creo que la palabra empatía, que con tanta soltura solías usar, te falta. Y mucho. No eres tonto, así que no me creo que lo hagas todo sin darte cuenta. Es algo que puedes cambiar, y que de no hacerlo, te hará morir mucho más pronto y mucho más solo.
Acepta tus errores, tus actos hipócritas, y piensa en por qué algunas personas están hartas. Piénsalo bien, porque si no las perderás. Luego irá el resto, el resto nunca tarda en largarse.
No espero que lo hagas por mí, ni quiero llamar tu atención con esto para que volvamos a hablar. Ya ha quedado claro que soy un psicópata, un parásito. Ya me has rajado bastante a la cara y a la espalda. No tardando mucho, pasaré de ser una carga a la que estás vinculado emocionalmente a simplemente, una carga. Y te podrás librar de mí, y lo harás.
Lo que demuestra que un "te quiero" no dista mucha de la circunstancia y el hombre: ésta no lo convierte en ladrón, pero ayuda bastante.
Sinceramente (por una vez, para variar).
Sergio.